lunes, enero 24, 2005

Mitosía

El cuento de Antunué, el espíritu de la ciudad

Antunué se escondió bajo los bosques de edificios,
Se lavó el rostro gris con restos de rocío,
Antunué es el espíritu placido que emigró junto con la tórtola
en tiempos en que les quitamos sus prados y junquillos.

El es quién hace desaparecer las colillas de cigarros,
quién se come los boletos de las micros,
Quien hace desaparecer las astillas de los helados,
Quien le da a beber agua a “Domingo”.

Antunué es quien convierte en ríos las calles en invierno,
Y desborda el Mapocho en un afán loco por liberarlo.
Es el quien moja a los transeúntes cuando van pasando bajo un balcón
El que le corta las ganas al vecino de disparar al halcón.

Un día Antunué encontró a los hombres excavando un metro,
Y eso lo hizo enfurecer
Les puso huesos de palafrén
Y guijarros antiguos como viejas.
Hizo subir vasijas extrañas para que se creyeran malditos,
pero esto de nada sirvió

Dijo a las arañas ¡morid por vuestras casas!
Pero ellas solo se escondieron.
Dijo a las ratas de ojos brillantes y rojos:
¡Salid de vuestra indiferencia!
Y las ratas solo corrieron en dirección opuesta.

Y Antunué lloró su amargura,
Como lloran las niñas al verse mojadas.
Porque añoró los árboles y el copihue,
El digüeñe y la quila,
Los abrevaderos donde se oculta el coipo,
Y los riscos en que la Nalca se abraza al despeñadero.

Se recordó a si mismo siguiendo al huala,
hasta su guarida cerca del hombre,
Cuando la compasión lo acercó a las aceras
Plagadas de perros vagos y palomas cojas.

“Bien -se dijo-volveré a donde debo estar”
y se arrimo su capa de hojas secas de liquidámbar,
Y se fue sin despedirse a subir el cerro, aquel lleno de papeles y “confores”,
Aquel con las bellas casas del árabe, y otras de adobe,


Dio una ultima mirada a la ciudad, con sus miles de criaturas flacas.
Esto lo hizo pensar, y hablo con Dios en su idioma de espiritu.
“¿Por qué debiera quedarme? Le dijo, ¿Qué vale la pena entre los edificios?
Y Dios no dijo nada. Solo le hizo mirar atrás

Y ahi estaba Domingo, la tortolita gris sin casa,
Ahi estaban los perros vagos, los zorzales y los pimientos,
También vio los gatos atropellados, y los pájaros cojos,
Y bajo la ventana de Matilde, la codorniz comiendo despojos

Entonces fue cuando Antunué comprendió su vileza,
Tanta criatura triste y sin arropo,
Tanta niña pobre vendiendo fósforos
Y yo- se dijo-llorando hinojos.

Esto se dijo Antunué: “Nunca más de aqui saldré”
Y vadeando el río lleno de desperdicios,
cruzando la callecita pobre de nombre inglés,
volvio a la plaza del moai, y de alli nunca mas se fue.

jueves, enero 20, 2005

Cuento

Días de lluvia

Hace semanas que llueve ininterrumpidamente. El viejo mira desde su hogar en la colina, la desolación que el Mapocho deja al arrastrar las casas vecinas.
Cuando ha terminado casi su último cigarrillo, comienzan a llegar: Dos gatos, uno sin cola; una tórtola, varias palomas, el “domingo” con otros perros, una garza, una pareja de codornices y otra de catas. Finalmente atraviesa la puerta semiabierta un caballo carretonero, varios ratones y una oveja. La loica se posa sobre la mesa y todos se miran.
Cuando aparece el arco iris, los socorristas llegan en su helicóptero. Uno de ellos le comenta al otro: El viejo es como Noé.





miércoles, enero 19, 2005

REFLEXION

La esperanza viste de tragedia

Hace poco encontré una historia que me llamó la atención
por la profundidad de su enseñanza. Decía asi:

“El único sobreviviente de un naufragio llegó a la playa de una diminuta isla desierta. Pidió fervientemente a Dios ser rescatado, y cada día escudriñaba el horizonte buscando ayuda, pero no parecía llegar. Cansado, finalmente optó por construirse una cabaña de madera para protegerse de los elementos y almacenar sus pocas pertenencias.
Entonces, un día, tras de merodear por la isla en busca de alimento, regresó a su casa sólo para encontrar su cabañita envuelta en llamas, con el humo ascendiendo hasta el cielo. Lo peor había ocurrido, lo había perdido todo. Quedo anonadado de tristeza y rabia. "Dios mío, ¿cómo pudiste hacerme esto?", Se lamentó.
Sin embargo, al día siguiente fue despertado por el ruido de un barco que se acercaba a la isla. Habían venido a rescatarlo.

"¿Cómo supieron que estaba aquí?", Preguntó el hombre a quienes habían venido a rescatarlo. "Vimos su señal de humo y eso fue suficiente para localizarlo", contestaron ellos.

En una ocasión los discípulos también estuvieron en una situación similar, y creyeron que la cosa no podía ser peor. Está en el “Evangelio según San Marcos, 6:45 al 52:

Después de esto, Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca para que cruzaran el lago antes que él, en dirección a Betsaida, mientras él despedía a la gente. Y cuando la hubo despedido, se fue al cerro a orar. Al llegar la noche, la barca ya estaba en medio del lago. Jesús, que se había quedado solo en tierra, vio que remaban con dificultad, porque tenían el viento en contra. A la madrugada, fue Jesús hacia ellos caminando sobre el agua, y ya iba a pasar junto a ellos. Cuando lo vieron andar sobre el agua, pensaron que era un fantasma, y gritaron; porque todos lo vieron y se asustaron. Pero en seguida él les habló, diciéndoles:

—¡Calma! ¡Soy yo: no tengan miedo! Subió a la barca, y se calmó el viento; y ellos se quedaron muy asombrados.”
En este caso Jesús sabía que lo iban a confundir con un fantasma, sabía cual sería la reacción de los discípulos y no por ser Hijo de Dios, sino porque el sentido común dice que en esas circunstancias una aparición de este tipo resulta un presagio de muerte. Y no podemos culparlos por eso. Los discípulos deben haber pensado que la cosa podía ponerse peor, con la muerte rondando el barco, pero se equivocaron, era Jesús.
Uno se pregunta ¿no podría simplemente haber gritado desde la playa y haber detenido el viento y luego haber explicado a los discípulos lo que había hecho? Al parecer prefiríó que lo confundieran con un fantasma, y asi, cuando ellos pensaron que “morirían”, el se reveló como la esperanza. Entonces podemos cuestionarnos si a veces la esperanza tiene ropajes negros de desastre. O tal vez siempre se vista de desastre, asi sería más elocuente su luz.

Dios puede cambiar una situación adversa, en algo beneficiosos para nosotros, y aunque a veces parezca que todo va mal y las injusticias parecen multiplicarse hasta el punto que hasta Dios parece estar en nuestra contra, recordemos su preocupación y lo creativo que son sus métodos. En esos momentos no maldigamos, porque puede que detras de esa negra desolación, esté la verdadera esperanza.