jueves, septiembre 01, 2005

Isícora

En los tiempos en que Cai, la serpiente marina deambulaba libremente por el mundo corrompiendo la creación, un espíritu de nombre Isícora(*) se presentó ante él para hacerle una pregunta. Dijo Isícora a Cai:
- “Me han dicho que eres un ser muy poderoso, que pocos espíritus se te comparan y pueden hacerte frente, tanto en el cielo o en el mar, o en la misma tierra donde Treng guarda a los hombres”.
Cai reaccionó complacido por éstas palabras de Isícora y le animó a seguir hablando
- “Eres el más sabio y antiguo de nuestra especie, y estuviste en los tiempos en que Nguen hizo las cosas y al hombre, por lo que no puedo encontrar a alguien que pueda responder el gran misterio, a excepción de ti, gran serpiente, que me inquieta noche y día. Quiero preguntarte oh, gran espíritu, como es que Nguen puso en el hombre su alma y si los espíritus de nuestra especie, pueden tener cuerpo mortal ”

Cai se revolvió en si mismo con aquellas ultimas palabras, ese era un secreto que ni el mismo sabía y había buscado al igual que aquel espíritu la forma de entrar en el hombre o de volverse alguien semejante sin perder su poder, pero el hombre era cosa compleja, se podía entrar a el y poseerlo siempre y cuando este se dejara, pero nunca se supo de un espíritu capaz de hacerse un cuerpo mortal. Dicen que Nguen lo había prohibido, por lo que se deducía que existía la forma de hacer aquello, pero los buenos espíritus no intentaban contradecir a Nguen, por mucha que fuese su curiosidad.

Cai guardó silencio por un buen rato, inquiriendo en aquel ser con sus malignos ojos. Por fin habló, y dijo esto:
- “Nunca se supo de aquello que me hablas ni nadie que lo haya intentado y tenido éxito, pero Nguen lo ha prohibido, por lo que se puede hacer, es solo cosa de buscar en el lugar correcto en los momentos correctos, joven espíritu. Y yo, Cai, el más poderoso de los espíritus sobre la tierra creo saber la respuesta que buscas, aunque no he intentado nunca ser como un hombre, sé como hacerme un cuerpo semejante al del hombre. Pero si te digo lo que sé ¿Qué me darás a cambio por mi conocimiento? ¿ Qué puede ser tan grande que valga la pena para mi desobedecer la prohibición de Nguen y su castigo?”
Decía esto para sacar partido de aquella situación, porque Cai no sabía la respuesta pero quería que aquel espíritu le diera algo por nada.

Isícora calló un largo rato, en verdad no había previsto esto. Por fin habló, cuando Cai comenzaba a impacientarse dijo:
“Soy jefe sobre muchos otros semejantes a nosotros, algunos grandes y poderosos, que viven no solo en lugares remotos sino cerca del humano. Si me dices lo que deseo, estaré a tu servicio por siempre y cederé mi rango a ti sobre los espíritus que me sirven” .
Cai sonrió, era una oferta tentadora, pero quiso ver hasta donde era capaz aquel ser por poseer ese conocimiento. Le respondió
- “Es bueno en verdad lo que me ofreces, estaría complacido si tus sirvientes me sirvieran aunque tengo muchos que me sirven y otros tantos que desean estar a mi servicio, pero esto que pides es demasiado maravilloso como para que me contente con dártelo a cambio de tan poco, tu rango no es nada para mi y tus sirvientes solo me darían preocupaciones”

Isícora, volvió a guardar silencio. Pero esta vez debía pensar rápido si quería conseguir algo de Cai. Cai miraba distraídamente a uno y otro lado, tratando de disimular su codicia y su complacencia con el rumbo que estaban tomando las cosas. Por fin Isícora dijo:
- “Me pides mucho, gran espíritu, aunque hay algo que puedo ofrecerte y que te puede interesar. Vivo en una isla, habitada por el hombre y la mujer, sus hijos y bestias. Ellos confían en mi y todo lo que les diga ellos lo harán, porque confían en mi. Puedo hacer que te sirvan, y que te reverencien. Tal vez esto te agrade lo suficiente como para darme tu secreto”
Cai no pudo evitar abrir sus codiciosos ojos. Hasta ese momento, nunca le habían ofrecido algo tan tentador. Cai siempre había deseado ser servido y adorado por muchos, pero debía contentarse con lo que algunos brujos y brujas le daban. Ser reverenciado era lo que buscaba, asi que respondió
-“Está bien, te lo diré, pero debo ver primero a los que me darás y cuando te diga lo que debes hacer para tener un cuerpo como el del hombre y la mujer, tu me cederás tus derechos y harás lo que me has prometido”
Fueron pués Cai e Isícora al pueblo del que éste le hablara. Y vio Cai a muchos hombres y mujeres de piel oscura y cabellos rubio que hacían sus trabajos y moldeaban esculturas y danzaban al son de sus instrumentos. Sin embargo los odió, y los quiso pronto para destruirlos. “Te diré lo que buscas pero en tres días de hombre nos juntaremos en la gran Peña del Mawida, ahi traerás a tus sirvientes para que pasen a ser los mios y jurarás por Nguen todo lo que has prometido y te revelaré este secreto que tanto buscas”
Y fue asi. Tres días después Cai e Isícora se juntaron en la Peña del Mawida, donde se dice que Nguen mostró al hombre el mundo luego de haber sido creado. Ambos estaban ansiosos por lo que antes que el sol comenzara a levantarse en las montañas, ambos se encontraron.
- “Buen día, oh grande y poderoso Cai. He venido para que cumplamos nuestras promesas como acordamos” dijo Isícora.
- “Buen día Isícora, dijo Cai, hoy tus ojos verán el gran secreto que has buscado, pero primero, jura ante la Peña del Mawida como dijiste”
Entonces Isícora se despojó de su envestidura y grados y los entregó sobre la Peña del Mawida, desde donde los tomó la serpiente. Dijo pués las palabras que sellan acuerdos imborrables entre los espíritus y estas se grabaron en la peña. Entonces Cai le reveló el secreto de como hacerse de un cuerpo mortal y le relató a Isícora todos los detalles, pero le escondió que muchas eran solo suposiciones suyas.
E Isícora hizo como Cai le dijera y se encerró en un capullo que colgaba del gran bosque de Alerces que en la lengua antigua se llamó Querish. Estuvo durmiendo durante mucho tiempo, hasta que a fines de invierno, se despojó de su ropaje descubriendo su cuerpo mortal.
Isícora vagó desnuda por mucho tiempo sin recordar quien era. Su cuerpo lampiño y pálido como el de un espíritu aparentaba ser el de una mujer joven y calva de grandes e intranquilizantes ojos verdes. Se quedó viviendo cerca del árbol donde nació a su nueva forma humana y por mucho tiempo tuvo por costumbre correr por aquel bosque como un fantasma bebiendo y comiendo del bosque, curiosa de tantas cosas que veía a su alrededor. Acostumbraba observar a los pequeños espíritus del bosque que deambulaban a los pies de los grandes Boldos y Canelos, escondiéndose, en un principio, asustados ante la posibilidad de que este ser humano pudiese verlos. Pero Isícora no sabía que cosa eran, solo se entretenía observándolos en sus quehaceres, y apenas estos pretendían acercarse a ella, huía velozmente de ahí.

Con el tiempo, su cabello comenzó a crecer ondulado y negro como la noche y en la medida que este crecía, fue recordando a medias quien era y lo que había hecho. Pero no recordó todo, porque mientras estuvo en aquel capullo, Cai la rodeó con su magia para que no recordase nada y no pudiese arrepentirse de lo hecho y reclamar lo perdido.

Y llegó el invierno nuevamente, con sus copos helados e Isícora por primera vez sintió frió. El árbol que la cobijaba ya no le sirvió de refugio, así que se fue de ese lugar. Vagó sin rumbo durante varios días y estuvo a punto de morir varias veces, pero eso no ocurrió, porque Isicora todavía tenía algo de la vida de los espíritus.

Un día, uno de los jóvenes que vive cerca del bosque de Alerces, la encontró vagando casi desfalleciente de frío. Apenas la vio, sintió que se enamoraba de aquella bella mujer. La subió a su milodón y la llevó a su casa donde le sirvió sopa de coyonka para entibiar su frio cuerpo. Isícora fue feliz con aquel humano durante años; lo olía, lo besaba, lo abrazaba y lo observaba día y noche embelesada con él, con su alegría y su cuerpo. Al no saber su nombre la llamó Eliana, porque cerca de Elian la encontró(1).

Dormían juntos y el le prometía estar siempre con ella, protegerla y amarla pasara lo que pasara, pero esto no alegraba a Isícora, sino que la entristecía profundamente. El joven notó aquello y creyó que ella deseaba ser desposada, así que antes de terminarse el invierno le propuso matrimonio.

El día de la boda, los pocos que vieron a la mujer quedaron boquiabiertos, impresionados por su belleza sobrenatural, pero atemorizados porque notaron que no era como las demás mujeres del pueblo. Quisieron pués los padres del joven preguntarle dónde había conocido a aquella mujer y al contarles él lo ocurrido en las inmediaciones del bosque, le aconsejaron devolverla donde la había encontrado. Aquel consejo fue algo que no se esperaba, pero no queriendo herir a sus padres les dijo “Nguen ha puesto su misericordia en mi camino ¿podré yo menospreciarla?” Entonces ellos al ver que su hijo estaba decidido a casarse con Eliana, le dieron su bendición.
Fueron años muy felices para ambos e Isícora estaba muy enamorada de aquel joven, pero en ocasiones oscuras premoniciones ensombrecían su felicidad.

Isícora nunca cambiaba, a medida que pasaban los años se iba haciendo más y más hermosa, pero el joven se fue poniendo viejo y cansado. Y los años entristecían su rostro, porque veía que sus fuerzas se agotaban y no podía darle a su mujer todo lo que quisiera.

Un día, en que el otoño ponía rojos los árboles de Elian, llegaron unos salteadores que venían del oeste saqueando las chozas que encontraban a su paso. Estaban hambrientos y vieron en aquella pareja una buena oportunidad de divertirse. Ocultos detrás de los arbustos, observaron que él era viejo y su pelo ya estaba canoso. Contemplaron también a Isicora mientras hacía aseo y sintieron deseos de ella, porque la vieron hermosa y joven, pero no vieron su rostro porque estaba cubierto por un velo.

Asi que esperaron a que estuvieran dormidos en la siesta entraron a la choza haciendo mucho ruido para confundirlos. Tomaron al hombre y lo golpearon hasta casi matarlo, mientras uno de ellos sujetaba a Eliana entre sus brazos. Ella no supo que hacer, pero cuando vio que la sangre de su esposo corría por el suelo y con ella su vida, una rabia inmensa se apoderó de su corazón y su rostro se transformó. Los hombres sintieron gran temor al ver sus cabellos como serpientes y sus ojos brillantes y verdes, pero no pudieron huir porque se quedaron petrificados al ver el verdadero rostro de Eliana, que es la ira de Isícora.

Uno a uno los hombres murieron, porque ella entró en sus cuerpos y los destruyó por dentro. Luego, con solo el deseo de su mente, aquellos cuerpos fueron arrojados hecho pedazos cerca del río. Por eso a aquel río se le conoce como Lefilla(2).

Eliana trató de curar a su esposo y fue grande su sufrimiento al no poder sanarlo. Sentía que su alma se iba cada hora que pasaba y no existía poder que pudiese retenerlo. Hizo varios ungüentos que sacó de plantas que crecían en el bosque, pero la edad de su esposo no le permitía retener la vida.
Por fin, un día él murió. Eliana lo llamó por su nombre varias veces, por si escuchaba, lo abrazó y olfateó, pero su olor se había ido con él. Sus gritos eran la muestra del dolor que nunca había sentido antes y en medio de ese llanto, recordó quien era en verdad. Recordó su nombre y el acuerdo con Cai, recordó que era un espíritu sin corazón de mujer, inmortal y deseó nunca haberse transformado en humana. Aquel dolor era tan terrible que la hizo conservar el cuerpo de su esposo y dormir a su lado por varios días con sus noches, hasta que el olor la hizo ir al bosque y enterrarlo.
Sus lágrimas fueron su peor castigo, porque el hombre y la mujer olvidan sus sufrimientos cuando mueren, pero un espíritu vive por siempre y al tener un corazón humano, este corazón le recuerda día a día su desdicha.

Isícora abandonó aquel lugar. Volvió al antiguo árbol donde vino al mundo como una humana y se quedó allí llorando por años y años interminables(3)

(*)Isícora probalemente proviene de una palabra muy antigua consignada en el libro de Kel, "Iscor", que es "modelar la greda" o "cambiar la forma de una cosa usando los mismos elementos", como cuando se reutiliza la madera. Algunos argumentan que su origen es "ishcora" que es el verbo destruir o gastar.
(1)Elian probablemente es una variacion de "Eln", que significa "crear" o "nacer"
(2) Rio de muertos
(3) No se sabe con exactitud que ocurriió con Isícora. Algunos creen que jugó un papel importante en la guerra que libraron los espíritus por la defensa del hombre. Se dice que luchó valientemente al lado de Treng, el espíritu que custodia las tierras, para frenar el poder ambicioso y destructor de Cai, la serpiente marina. Algunos pasajes en el Libro de Kel dicen que pronto se cansó de su forma humana y volvió a buscar el rostro de Nguen, pero ya nunca más pudo verlo cara a cara.